15 de diciembre de 2013

Cuando te obligan a cambiar.

Érase una vez, una chica demasiado tímida, demasiado acomplejada y demasiado buena con todos. Esta chica hacía todo lo posible por los demás, todos los favores que le pedían, era un hombro en cual poder llorar, sabía guardar un secreto. No tenía un buen cuerpo, pero tenía un gran corazón. Eso es lo que importaba, pensaba ella. Día tras día hacía caso a los demás, aunque no se dejaba influenciar porque sabía que acabaría mal. Cuando era ella la que necesitaba un hombro en el que llorar, no lo tenía. Quizás con el tiempo alguien me abrace cuando esté llorando en vez de mirarme con lástima -pensaba ella.
Cada vez se sentía más sola, a nadie le importaba como estaba o su opinión. Fue perdiendo amigos, poco a poco. Cada vez se sentía más sola e incomprendida. Ella optimista pensaba que ya vendrían tiempos mejores, y en fondo no estaba del todo equivocada.
Un chico empezó a fijarse en ella, y como era de esperar, acabaron juntos. Ese chico no era precisamente el chico que ella buscaba, más bien todo lo contrario a ella. No llevaba buena vida y no se preocupaba por ella. La chica cegada de amor no quiso dejarle. Ya cambiará, pensaba. Pero el tiempo esta vez no le dio la razón.
Si él no cambia, tedré que cambiar yo, algo mal estaré haciendo, se decía cada día. Y así hizo, al igual que el chico, empezó a fumar, y a influenciarse de malas compañías. Todo esto llevo a una cosa, y esta a otra, así sucesivamente hasta que el chico la dejó, no en el mejor de los momentos.
Le confesó, cuando iba hasta arriba de droga y alcohol, que solo salía con ella porque quería reírse de ella con sus amigos.
La chica destrozada por todas y cada una de sus palabras, no sabía como había sido capaz de enamorarse de él. No soportaba la soledad que sentía en ese momento. Se suicidó, se suicidó delante de él.

Ahora la recuerdan como 'era una gran persona'

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